La soledad, siquiera. Poema de Francisco García Marquina.

                                                                       Imagen de Red


¿Para qué sirve un hombre a estas alturas?

Te estoy hablando a ti, con quien convivo
desde todos mis años
en consentida y sucia cercanía.

Vives en confusión y andas escaso
de tus propias carencias. Ni siquiera
posees la soledad cuando estás solo.

Te habitan como posos de tiniebla
los que huyeron de ti. Y te deslumbran
las luces inconcretas de otros seres
que aún están por venir.

Caminas y no avanzas,
echas de más tus dedos y hasta parece ajena
esa costumbre de la respiración.

Pronto vas a ser libre de la necesidad
de estar en libertad, de que te absuelvan
del mal que no era tuyo.

Puedes firmar en blanco
en el papel mojado de los pobres
y sacarle la lengua
a la hermandad del truco y el milagro.

A ti te digo, socio
a quien encuentro en los espejos de diario
¿qué sabes de nosotros?
Tanta es nuestra ruindad, que ni siquiera
tenemos lo que somos.

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