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Mostrando entradas de noviembre, 2020

El ritual del mirlo. Poema de Cristina Penalva Pastor.

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                                                              Imagen de la Red   Deseo la belleza con la que se iluminan las gárgolas cuando entonas estrofas de flautista, sólo ellas te escuchan, ninguno se detiene, llevan su angustia a cuestas y aceleran el pulso, igual que los repiques, miran a la deriva, nadan entre la bruma, no regresan nunca al punto de llegada. Sin un lamento, el horizonte espera paciente. Tú, con tus tonos lince, ignoras que los dioses también anhelan sumergirse en nuestro miedo.

La soledad, siquiera. Poema de Francisco García Marquina.

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                                                                       Imagen de Red ¿Para qué sirve un hombre a estas alturas? Te estoy hablando a ti, con quien convivo desde todos mis años en consentida y sucia cercanía. Vives en confusión y andas escaso de tus propias carencias. Ni siquiera posees la soledad cuando estás solo. Te habitan como posos de tiniebla los que huyeron de ti. Y te deslumbran las luces inconcretas de otros seres que aún están por venir. Caminas y no avanzas, echas de más tus dedos y hasta parece ajena esa costumbre de la respiración. Pronto vas a ser libre de la necesidad de estar en libertad, de que te absuelvan del mal que no era tuyo. Puedes firmar en blanco en el papel mojado de los pobres y sacarle la lengua a la hermandad del truco y el milagro. A ti te digo, socio a quien encuentro en los espejos de diario ¿qué sabes de nosotros? Tanta es nuestra ruindad, que ni siquiera tenemos lo que somos.