Poema de LAS GEÓRGICAS de Virgilio.

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Doce los signos son que el curso marcan
del sol en su recinto aprisionado,
cinco las zonas que el Olimpo abarcan.
Una del sol por la centella herida
tostada siempre está y enrojecida;
dos opuestas al uno y otro lado
son asilo en los límites del cielo
de eterna bruma y de cerúleo hielo.
Entre estas, intermedias y templadas,
dos fueron por los dioses designadas
para servir al hombre de hospedaje,
y entre ellas hace el sol su oblicuo viaje.
El mundo que hacia el Norte se hincha y sube
deprimido aparece al medio día.
Allá se pierde en la más alta nube;
acá , depuesta ya su altanería,
la Estigia ve sombría,
y de los Manes la región profunda. El
lúcido Dragón allá circunda, envuelve
como un mar a las dos Osas de caer
al Océano temerosas.
Y en la oscura región del austral polo,
o reina noche sempiterna, o solo
su lóbrego horizonte se despeja
y ve la luz cuando la luz nos deja.
Y cuando los corceles de la aurora
aquí nos soplan la primera hora,
para ellos tal vez Héspero frío
encenderá su luminar tardío.
Mediante estas verdades
podemos predecir las tempestades,
el labrador sospecha
el tiempo de la siembra y la cosecha,
y cuando puede el pescador incierto
abandonar sin sobresalto el puerto.
Cuando a la selva ha de arrancarse el pino
que en sus desastres seguirá al marino:
no en balde en el celeste anfiteatro
seguimos de los astros la carrera
partido el año en estaciones cuatro,
invierno, otoño, estío y primavera.

(Traducción de Juan de Arona, 1867, Lima, Perú)

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