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Extravío. Poema de Paco Mateos.

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                                                                                             (Imagen del autor) Si perdiste, el norte el sur y todos los caminos que a nada conducen si la vida golpeó con fuerza tu frágil figura tu triste destino callejero y triste un espantapájaros hundida en la esquina Cuando, un día fuiste la reina, de todas las fiestas la boca de fresa de todos los besos pobre perdedora de toda esperanza de sonrisa triste hay en tu mirada un brillo lejano donde cabe el mundo perdido lejano desierto el azul más intenso que riza la mar todas las estrellas del amanecer Extravío(c)Paco Mateos  

La palabra. Poema de Miguel Ángel Cañada.

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                                                                                         (Imagen:  Rosa María Charte) La palabra nació en los pájaros, en los dibujos alados esparcidos por el cielo, en los juegos remotos entre los celestes horizontes. Nació en el pobre balbuceando el hambre entre sus sienes, y un estómago deshecho por unos jugos corrosivos y solitarios. Afloró de una madre en una nana para su hijo, embozando su voz entre sábanas de cuna. Brotó con hojas de otoño entre la espina de un rosal,  y germinó en descuido con la flor del almendro. Surgió sin ser quimera, moldeando el mundo   entre el punto más bello, al triste, feo y tierno. La palabra nació oculta y voraz como volcán de lava helada, brotando desde lo más profundo y remoto de un pecho.     La Palabra © Miguel Ángel Cañada 

Las manos. Poema de Luz Calvo.

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                                                                                      (Imagen de la autora) Escucho tus manos Un nido de proyectiles despierta voraz Escucho el ruido de tus manos Importa si el contorno que se engancha a tus dedos deja caer la sangre Escucho el hiriente ruido de tus manos Mientras sigue el humo de nuestras chimeneas sabiendo a cotidiano Escucho el hiriente ruido de tus manos ácidas Parece que los periódicos hablan de una guerra y el asco ha llenado mi vaso de leche Escucho tus manos     su ruido hiriente            su acidez y escupo un día más                       la muerte (Del libro Por los grumos del gesto , Ed. Baile del Sol).  

Delirio solar. Poema de Teresa Sánchez Ruíz

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  Es sol cuando en el párpado se endurece una lágrima y queda lacrada como ornamento de lámpara de cristal. Si logras enmudecer al pasado y empujas el tiempo hacia otra frontera donde el presente late sin taponar los sueños, es sol. Sol es pasarse al otro lado de una fotografía en sepia desplegando el mapa de la memoria ante la mirada que la habitó. En ti hay un sol, silo iluminado en tu vientre, ánfora de bendiciones, de impalpables sangres en la bóveda de la vida. Delirio solar(c)Teresa Sánchez

Soneto de un gerundio honesto. Poema de Ángela Nieto Jiménez.

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   (Imagen de la autora) Yo nunca te he querido ni te quiero, soy mucho más intenso, amigo mío. Decirte que te amé, suena tan frío; jurar que te amaré, tan traicionero... Mi amor no es el de ayer ni el venidero, del áspero presente desconfío. No habito en la ribera ni en el río; mi amor es la corriente, compañero. Los versos en mi piel son puro viento: camino, paso, corro, vuelo, ando. Yo sólo sé quererte en movimiento, no sigas preguntándome hasta cuándo. Ni te amo ni te amé, ¡cuánto lo siento!, tampoco te amaré. Te estoy amando. Soneto de un gerundio honesto(c)Ángela Nieto Jiménez.

No existe tal lugar. Poema de Ricardo Fernández Moyano.

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                                                                                               (Imagen del autor) Dedicaste tu vida a la búsqueda de esa atávica isla, quimera de nuestros ancestros. Recorriste valles inmensos, caminos, piélagos abisales, que te llevaron de la tribulación a un profundo desánimo. No encontrarás vestigio alguno que conduzca tus pasos a sus palacios y jardines. No existe tal lugar, sólo en tu atalaya interior podrás hallar La Atlántida. No existe tal lugar(c)Ricardo Fernández Moyano

Vanitas vanitatis. Poema de Juana Rodríguez.

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(Imagen de la autora) En el Olimpo se puede nacer feo. Huérfano de padre y madre, bastardo. Empujado en la caída, lisiado. Forjamos a fuego esta vida que esculpe calladamente la muerte. En tanto fraguamos los pertrechos para otros. Mezclamos el bronce con arsénico para que el resultado final sea más tóxico. Somos crueles, cual ogro de diente puntiagudo. Semilla derramada que fecunda sin placer el vientre que la acoge. Enfermos de legada maldad. Ansiamos todo lo que no podemos tener. Igual que artesanos moldeamos la espalda que terminará cayendo sobre la cabeza de los que alguna vez nos creímos dioses. Ignoramos que nos matará otra herida, la del yunque clavado en la envidia. Arrepentida, miro a Hefesto y me apiado de su destierro. (Del libro " El tigre en mi palabra", 2022)